Un niño con Fisura

Cuando mi hijo nació, recuerdo haber escuchado al doctor o la matrona decir algo sobre “labio leporino”, cirugías u operaciones, adelantos técnicos, tratamientos y por último una frase “todo va a salir bien”, pero ¿qué cosa tiene mi hijo?. Cuando estamos en el vientre de nuestra madre, todos en algún momento somos niños con fisura, pues nuestra cara se forma de tres partes que en un determinado momento deben juntarse. En nuestros hijos, este proceso de unión que debió producirse entre la cuarta y octava semana de embarazo, fue interrumpido generándose el problema que hoy enfrentamos.

Un niño con paladar abierto o labio abierto, ya sea todo o parcialmente, es lo que se denomina un niño con fisura. Es importante que entendamos que para su reparación no se hace necesario un injerto, pues las partes de su rostro existen, sólo es necesario unirlas mediante cirugía.

El primer problema que se plantea con la llegada de un bebé con fisura es la alimentación.

La mayor parte de las causas que determinaron que nuestro hijo naciera con esta condición son desconocidas, aunque se está investigando para llegar a conocerlas con mayor precisión.

Por el momento podemos decir que las causas de una fisura pueden ser: factores hereditarios, factores ambientales o una mezcla de ambos y que no es posible determinar con exactitud la causa específica que produjo la malformación del niño.

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